AÑO
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2012
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DURACIÓN
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100
minutos
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PAÍS
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EEUU
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DIRECTOR
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GUIÓN
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Seth MacFarlane, Alec Sulkin, Wellesley Wild
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MÚSICA
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Walter
Murphy
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FOTOGRAFÍA
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Michael
Barrett
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REPARTO
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GÉNERO Comedia
ÁMBITO
DE DISTRIBUCIÓN Cine
comercial
NOTA 6,5/10
ARGUMENTO John es un
niño marginado que desea con todas sus
fuerzas que su osito de peluche Ted cobre vida para poder tener un amigo. Tras
cumplirse su deseo, Ted permanecerá al lado de John hasta la vida adulta,
convirtiéndose en un irreverente osito fumeta, lo que ocasionará la
disconformidad de la novia de John al ver en Ted un obstáculo en la madurez de
su pareja.
CRÍTICA
Y ANÁLISIS Opera
prima de Seth MacFarlane, creador de las populares series de animación para adultos Padre de
familia y Padre Made in Usa, con la que continua o más bien pretende continuar en la misma línea de humor negro, ácido e irreverente tan presente en sus obras
televisivas. Y es que el hecho de que un adorable osito de peluche cobre vida y
adquiera la personalidad de un cachondo “malote”, da pie
a toda clase de situaciones absurdas y desternillantes que suponen un notable cambio
en el paradigma de la clásica comedia americana, últimamente en declive debido
a las manidas y consabidas fórmulas propias de los cánones dogmáticos de
Hollywood (aunque con honrosas excepciones). No obstante, todas las rosas tienen
espinas y aunque buena parte de la
película presente situaciones y gags hilarantes y divertidos marca de la casa,
acaba por convertirse sorprendentemente en una película convencional más propia
del cine familiar conservador, al cual paradójicamente pretendía parodiar.
En un principio lo que parece una
película familiar más al uso con el tópico del niño solitario, rarito y sin
amigos que de repente se da cuenta que
su osito está vivo, empieza pronto a vislumbrarse ese lenguaje cómico absurdo
tan propio de MacFarlane, y a
transformarse en una crítica a ese cine infantiloide tan empalagoso como
pueril que inunda nuestras pantallas en
innumerables ocasiones. Y es que el susodicho osito pasa de tener la
“mentalidad” de un niño inocente a la de un adulto inmaduro, juerguista, malhablado,
porrero y putero que seguramente provoque
las carcajadas de los espectadores que acudan a verla y esperen reírse con
dosis de un humor que roza muchas veces
la banalidad.
En los primeros minutos de película se aprecia una clara tendencia hacia la innovación en la comedia americana, cuando se empieza a
satirizar el impacto mediático que causa un hecho tan absurdo como el que un
oso de peluche cobre vida. Y es precisamente en este punto, en dónde MacFarlane,
consciente de la hipocresía y cinismo que domina su entorno, amplifica esa misma
condición social que da la fama a un nivel absurdo aún mayor que el
propio hecho central que ocupa el fenómeno, relegándolo así a un segundo plano para mostrar que a veces, el comportamiento humano
puede superar en incoherencia a hechos
tan particulares y fantásticos como el de un peluche vivo, con alma y
personalidad. Así se crean discursos dominantes pertenecientes a las grandes
masas que buscan a un ídolo en los medios de comunicación cada vez más sensacionalistas
y amarillistas, que unidos y complementados, son los que deciden quienes deben
poseer fama y quienes no. Son estos mismos discursos los que moldearán la
personalidad futura del nuevo ídolo de masas, ejemplificado perfectamente en la
persona de nuestro querido Ted.
Una vez pasada la moda de ese fenómeno mediático, queda ese vestigio de lo
que alguna vez fue un icono de la fama. Así Ted pasa a convertirse en un ciudadano más de ese mundo tan absurdo
en el que le ha tocado vivir. Ya no es una estrella mediática, sino que es
visto como una persona normal que hace una vida corriente como las personas
corrientes. Es en este punto en donde observamos que su personalidad ya ha sido
moldeada, siendo fiel reflejo de la sociedad contemporánea con la que su omnipresente irreverencia y sus continuas
juergas con prostitutas, marihuana y coca, pueden ser perfectamente extrapolables a cualquier
treintañero inmaduro que aún no desea desprenderse de la libertad que otorga
la juventud. Esta seña de inmadurez es vista por el personaje de Lori como un
obstáculo en la relación amorosa con John, al privar al segundo de la necesaria
estabilidad en su vida para entablar una relación duradera, lo que propiciará diversos
momentos conflictivos.
Por otra parte es destacable el papel que desempeña Ted respecto a la
personalidad de John. Ted es su mejor amigo, sí, pero también es su Alter ego,
un modelo que representa la libertad de la juventud y el poder vivir la vida
como si no hubiera un mañana, en claro contraste con las ataduras que supone el
establecer una relación permanente con la madurez y con los cambios que
devienen con el matrimonio, punto de inflexión clave en un progresivo camino
hacia el declive de la persona. No es un cambio cualquiera, no, es el fin de
las juergas, el fin de hacer el bestia,
el fin del desmadre, es en esencia el fin de los buenos tiempos. La esencia del
Alter ego de John, se puede observar igualmente en los primeros minutos de
película, cuando siendo un niño marginado por todos los demás compañeros y
vecinos, ve en Ted un modelo de popularidad tras conseguir la fama mediática,
popularidad que siempre le hubiera gustado tener a John. John no es nada, nadie
lo quiere (excepto sus padres) pero en
cambio su “otro yo” Ted lo es todo y todo el mundo lo quiere.
En la película cabe destacar principalmente, la consistente labor de Wahlberg que nos ofrece un registro
cómico pocas veces visto y muy creíble y la caracterización del personaje que da
título al film, Ted, con un más que correcto doblaje de Santi Millán. No
obstante no ocurre lo mismo con los demás actores restantes, que aunque
graciosos, pecan de un cierto acartonamiento que hacen que resulten poco
creíbles. Tampoco resulta nada creíble, algunos de los momentos en los que la
película se transforma de golpe en una comedia familiar previsible, sustituyendo
al humor gamberro presente en casi todo el metraje que estropea un final que
podría haber dado para mucho más.
En resumen decir que es una película divertida y entretenida para la
persona que vaya al cine a desconectar y a pasar un buen rato, pero teniendo en
cuenta que está dirigida y producida por alguien
que no tiene pelos en la lengua como Seth MacFarlane, es triste que se quede volando
hacia mitad del camino y se estrelle en medio de un edulcorado pastel.
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