miércoles, 12 de septiembre de 2012

TED




AÑO
2012
DURACIÓN
100 minutos
         PAÍS
EEUU
DIRECTOR
GUIÓN
Seth MacFarlane, Alec Sulkin, Wellesley Wild
MÚSICA
Walter Murphy
FOTOGRAFÍA
Michael Barrett
REPARTO
 
 
 

GÉNERO        Comedia

ÁMBITO DE DISTRIBUCIÓN    Cine comercial

NOTA  6,5/10

ARGUMENTO  John es  un niño marginado que  desea con todas sus fuerzas que su osito de peluche Ted cobre vida para poder tener un amigo. Tras cumplirse su deseo, Ted permanecerá al lado de John hasta la vida adulta, convirtiéndose en un irreverente osito fumeta, lo que ocasionará la disconformidad de la novia de John al ver en Ted un obstáculo en la madurez de su pareja.

CRÍTICA Y ANÁLISIS  Opera prima de Seth MacFarlane, creador de las populares  series de animación para adultos Padre de familia y Padre Made in Usa, con la que continua o más bien  pretende continuar  en la misma  línea de  humor negro,  ácido e irreverente tan presente en sus obras televisivas. Y es que el hecho de que un adorable osito de peluche cobre vida y adquiera la personalidad de un cachondo “malote”,  da  pie a toda clase de situaciones absurdas y desternillantes que suponen un notable cambio en el paradigma de la clásica comedia americana, últimamente en declive debido a las manidas y consabidas fórmulas propias de los cánones dogmáticos de Hollywood (aunque con honrosas excepciones). No obstante, todas las rosas tienen espinas y  aunque buena parte de la película presente situaciones y gags hilarantes y divertidos marca de la casa, acaba por convertirse sorprendentemente en una película convencional más propia del cine familiar conservador, al cual paradójicamente pretendía parodiar.



En un principio lo que parece  una película familiar más al uso con el tópico del niño solitario, rarito y sin amigos que de repente  se da cuenta que su osito está vivo, empieza pronto a vislumbrarse ese lenguaje cómico absurdo tan propio de MacFarlane, y  a transformarse en una  crítica  a ese cine infantiloide tan empalagoso como pueril  que inunda nuestras pantallas en innumerables ocasiones. Y es que el susodicho osito pasa de tener la “mentalidad” de un niño inocente a la de un adulto inmaduro, juerguista, malhablado, porrero y putero  que seguramente provoque las carcajadas de los espectadores que acudan a verla y esperen reírse con dosis de un  humor que roza muchas veces la banalidad.

 



En los primeros minutos de película se aprecia  una clara tendencia hacia la innovación en  la comedia americana, cuando se empieza a satirizar el impacto mediático que causa un hecho tan absurdo como el que un oso de peluche cobre vida. Y es precisamente en este punto, en dónde MacFarlane, consciente de la hipocresía y cinismo  que domina su entorno, amplifica esa misma condición social que da   la fama a un nivel absurdo aún mayor que el propio hecho central que ocupa el fenómeno, relegándolo así a un segundo plano  para  mostrar que a veces, el comportamiento humano puede superar en incoherencia a  hechos tan particulares y fantásticos como el de un peluche vivo, con alma y personalidad. Así se crean discursos dominantes pertenecientes a las grandes masas que buscan a un ídolo en los medios de comunicación cada vez más sensacionalistas y amarillistas, que unidos y complementados, son los que deciden quienes deben poseer fama y quienes no. Son estos mismos discursos los que moldearán la personalidad futura del nuevo ídolo de masas, ejemplificado perfectamente en la persona de nuestro querido Ted.  



Una vez pasada la moda de ese  fenómeno mediático, queda ese vestigio de lo que alguna vez fue un icono de la fama. Así Ted pasa a convertirse  en un ciudadano más de ese mundo tan absurdo en el que le ha tocado vivir. Ya no es una estrella mediática, sino que es visto como una persona normal que hace una vida corriente como las personas corrientes. Es en este punto en donde observamos que su personalidad ya ha sido moldeada, siendo fiel reflejo de la sociedad contemporánea con la  que su omnipresente irreverencia y sus continuas juergas con prostitutas, marihuana y coca, pueden ser  perfectamente extrapolables a cualquier treintañero inmaduro que  aún no  desea desprenderse de la libertad que otorga la juventud. Esta seña de inmadurez es vista por el personaje de Lori como un obstáculo en la relación amorosa con John, al privar al segundo de la necesaria estabilidad en su vida para entablar una relación duradera, lo que propiciará diversos momentos conflictivos.



Por otra parte es destacable el papel que desempeña Ted respecto a la personalidad de John. Ted es su mejor amigo, sí, pero también es su Alter ego, un modelo que representa la libertad de la juventud y el poder vivir la vida como si no hubiera un mañana, en claro contraste con las ataduras que supone el establecer una relación permanente con la madurez y con los cambios que devienen con el matrimonio, punto de inflexión clave en un progresivo camino hacia el declive de la persona. No es un cambio cualquiera, no, es el fin de las juergas, el fin de  hacer el bestia, el fin del desmadre, es en esencia el fin de los buenos tiempos. La esencia del Alter ego de John, se puede observar igualmente en los primeros minutos de película, cuando siendo un niño marginado por todos los demás compañeros y vecinos, ve en Ted un modelo de popularidad tras conseguir la fama mediática, popularidad que siempre le hubiera gustado tener a John. John no es nada, nadie lo quiere (excepto sus padres)  pero en cambio su “otro yo” Ted lo es todo y todo  el mundo lo quiere.



En la película cabe destacar principalmente, la consistente  labor de Wahlberg que nos ofrece un registro cómico pocas veces visto y muy creíble y la caracterización del personaje que da título al film, Ted, con un más que correcto doblaje de Santi Millán. No obstante no ocurre lo mismo con los demás actores restantes, que aunque graciosos, pecan de un cierto acartonamiento que hacen que resulten poco creíbles. Tampoco resulta nada creíble, algunos de los momentos en los que la película se transforma de golpe en una comedia familiar previsible, sustituyendo al humor gamberro presente en casi todo el metraje que estropea un final que podría haber dado para mucho más.

En resumen decir que es una película divertida y entretenida para la persona que vaya al cine a desconectar y a pasar un buen rato, pero teniendo en cuenta que está  dirigida y producida  por  alguien que no tiene pelos en la lengua como Seth  MacFarlane, es triste que se quede volando hacia mitad del camino y se estrelle en medio de un edulcorado pastel.